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COYUNTURAS POLITICAS EN COLOMBIA: CONDENSACION de BIFURCACIONES

09.09.2009 01:06

 

COYUNTURAS POLITICAS EN COLOMBIA:

CONDENSACION de BIFURCACIONES

 

POR:

A. RESTREPO

 

 

La historia de las ideas políticas en Colombia condensan acumulados paradigmáticos, voluntades colectivas e imaginarios sociales y económicos que se tensionan  con el paso del tiempo y exigen momentos decisorios para el destino de los pueblos.

Nuestras vivencias como pueblos se han caracterizado por  un devenir de coyunturas, sellos de nuestras memorias y lamentos, de desgracias para unos y aciertos para otros pocos, coyunturas que hoy se enarbolan para consolidar decisiones desdichadas para unos y enriquecedoras para los mismos pocos. Este argumento no  solo concentra el desencanto de las opciones políticas indefinidas por las bifurcaciones en la historia, sino más bien, condensa, como  momento concreto en la vida de los hombres: como coyuntura, realidades sociales desencadenantes de procesos y tensiones que pueden desenvolverse a favor de los actores que eficazmente se correlacionen en la escena.

Las coyunturas políticas en Colombia pueden definirse como momentos propicios y necesarios para las transformaciones, las bifurcaciones   y los cambios en las estructuras del modo de producción vigente. La historia –en palabras de Jaime Osorio—no se debe concebir como un acumulado de coyunturas, por que eso seria pretender una concepción euclidiana/ lineal del mundo de la vida, mas bien la realidad es un constructo de tensiones entre los niveles orgánico-estructural: que son ondas de larga duración y relativamente permanentes como los modos de producción y el coyuntural y ocasional  que condensa los acontecimientos dados  en un periodo de tiempo determinado. En esencia las tracciones que  en las coyunturas habitan son representaciones de las tensiones sociales depositadas en  la historia por los actores políticos y las correlaciones que entre estos se presentan. Las correlaciones políticas en Colombia han sido tejidas en varios niveles de confrontación ”…el primero es la correlación de fuerzas sociales ligados a la estructura e independiente de la voluntad de los hombres; el segundo es la correlación de las fuerzas políticas, es decir el nivel de conciencia, homogeneidad y organización alcanzado por los grupos sociales; y el tercero es la correlación de fuerzas militares que es inmediatamente decisivo, donde considera dos grados, el puramente militar y el político-militar que implica diversos niveles de estrategia.”[1] 

Los actores decisivos en el rumbo del país han transitado por estos niveles de correlación implicando y postulando proyectos políticos y organizacionales que podemos rastrear en los roles que han entramado los partidos políticos, los movimientos sociales y las ciudadanías en nuestra historia de confrontación y disputa nacional. Los teatros en que se han condensados  estos roles en las coyunturas, nos darán cuentan a continuación de las  bifurcaciones desatadas por los intereses que se encuentran en el escenario de lo social.

 

EL TEATRO COLONIAL: DE LAS UTOPIAS INCONCLUSAS

 

Los conflictos políticos en nuestra historia se gestan en una onda de larga duración que tiene implicaciones hasta nuestros días. El territorio de la “América Nuestra” se ha caracterizado por el continuo reordenamiento de los poderes que disputan el dominio geopolítico de los pueblos.

En las épocas pretéritas  a la Colonización y ocupación, los pueblos que  habitaban el territorio Latinoamericano, coexistían mediante el control local de territorialidades que permitían los  procesos de consolidación de sus proyectos como pueblos históricos y culturales. Entre estos,  tres civilizaciones los Mayas, los Incas y los Aztecas quienes emprendían una carrera expansionista  sobre  otros procesos ancestrales a quienes  subsumían mediante dominio o la negociación. El orden del poder Geográfico  se fue constituyendo en la América Latina  mediante  la  disputa entre los actores ancestrales de nuestro continente.

En las otras geografías del globo el ejercicio del poder se disputaba de manera un poco similar, cuatro civilizaciones confrontaban la supremacía de sus proyectos subsumiendo  otros pueblos en su poder. Los niveles de disputan  se diferenciaban de la América Nuestra  en la medida que sus  confrontaciones superaban  a la nuestra en la magnitud de artillería  y experiencia de ejércitos regulares en choque.

El teatro del poder mundial se magnifica  en el momento  que entran en conflicto  los pueblos  y las civilizaciones ancestrales de Latinoamérica con las  civilizaciones de oriente y occidente.


La  economía  mundo  ha  sido un factor determinante para el dominio geoestratégico del globo. Las ambiciones expansionistas y mercantilistas llevaron a considerar como objetivo las rutas marítimas, los territorios inexplorados propicios para  el “descubrimiento”  de nuevas especies comerciales, poblaciones óptimas para ejecutar tareas sobre territorios agrestes, entre otras características  que hacían de la América Latina una geografía favorable para ocupar. En este  trayecto de colonización la geografía Colombiana represento un escenario neurálgico para el ejercicio del poder y la dominación, debido a las condiciones  físicas del ambiente Colombiano y  la herencia de los pueblos que se resistían a ser ocupados por las Potencias Española e Inglesa y Francesa.

El eje del Pacifico en Latino América que, en la actualidad como en antaño, fue objetivo de control  por los actores en disputa, puede proporcionarnos elementos interpretativos para la comprensión estratégica de los territorios Colombianos. Los extranjeros: Ingleses y Franceses arribaron a  este territorio mediante el contrabando”con el interés de acceder al oro de la provincia del Citara. Debido a la importancia geopolítica de la región y la facilidad para invadir la nueva granada, la presencia de los Cuna y los extranjeros de otras potencias de Europa representó la mayor amenaza para la seguridad de la provincia de Citará  y que se consolido como un serio problema político a lo largo de más de 115 años aproximadamente…”[2]

En el corredor conocido como el Darien han estado asentados poblaciones negras e indígenas como los Cunas, los Citaraes, los Embera  y otras que fueron sometidas y /o exterminadas por las fuerzas bélicas ocupantes. Los  Citaraes, ubicados  al  sur  del eje Pacifico, fueron evangelizados, diezmados y replegados por las fuerzas Españolas que avanzaban desde Popayán; Los Citaraes se vieron obligados a deponer   su resistencia y aceptar el poder de los Españoles en sus Geografías y cultura. Los Indios Cuna ubicados ancestralmente en el Norte del Pacifico se replegaron al Darien donde la selva  agreste y húmeda permitía generar condiciones a su favor  en la confrontación. Allí llegaron incluso indios de otras etnias buscando  refugio en los pueblos Cuna quienes  habían logrado sostener la  resistencia por más de una centena. Los Inglese,  quienes  tenían un interés  notable por el control del Darien que significaba la unidad Trasatlántico-Pacifico, entraron con diversas expediciones por el norte donde confrontaron primero a  los pueblos indios pero después se correlacionaron para avanzar sobre el imperio español que se extendía desde el sur con fuerzas indígenas en sus filas. Los Ingleses intercambiaron experiencias de combate con los Cunas proporcionando a  estos elementos como la pólvora para hacer frente  a los Españoles.


A este teatro falta  posicionar un actor  mas  en la disputa  geoestratégica  por  el Pacifico y es  la resistencia Cimarrón de los pueblos Africanos quienes en huidas individuales y colectivas, se fueron refugiando en estos territorios selváticos constituyendo Palenques para su resguardo y libertad. Transportados al “Nuevo continente”, las tribus africanas con diferentes dialectos, promueve practicas ancestrales tan significativas en medio de la esclavitud,  que rememoran las raíces libres y guerreras de los pueblos Afro. Durante la segunda mitad del siglo XVIII después de un largo periodo de adaptación  al contexto natural, los Negros protagonizaron expresiones de revueltas y fugas masivas con acciones violentas contra los hacendados y esclavistas.


La onda honda tiempo/espacial que se reconstruye anteriormente con las confrontaciones de los actores en el teatro colonial se caracteriza por la discrepancia entre las voluntades políticas de pueblos e imperios y las correlaciones que entre ellos se tejieron para potenciar o prolongar los niveles de confrontación que se desarrollaran a favor de tal o cual eje de poder. Huelga decir que la disputa entre estos actores por el dominio territorial en Colombia y la “América Nuestra” solo se redimensiona  con  la negociación de 1820 cuando las fuerzas al mando del General Morillo pactan con las guerrillas independentistas de Simón Bolívar un acuerdo donde la potencia Transatlántica reconoce la Autoridad de las fuerzas libertadoras  en el territorio Grancolombiano. Es este el momento donde se sintetiza las correlaciones y disputas de este periodo histórico inconcluso. En esta coyuntura se condensa la acción colectiva de pueblos, etnias, plutocracias y caudillos por la expulsión de los ocupantes del nuevo continente. A partir de entonces el poder  territorial se ordenaría y  reorganizaría de acuerdo a la legitimidad de las voluntades locales, sus proyectos y paradigmas. Siendo expulsado el dominio colonial: el enemigo común, el ejercicio de la autoridad seria el motivo de disputa que disolvería la alianza del ejército libertador y que opacaría la oportunidad para la bifurcación y transformación orgánica en esta coyuntura.

Los actores colectivos de la colonia embriagaron su voluntad en la tiranía que gestaba la modernidad en embriones de  Capital.

 

EL TEATRO NACIONAL:

HACIA UN ESTADO NACION EN LOS DOMINIOS DEL CAPITAL

 

La larga noche de los 500 años que se extiende hasta los dominios del poder actual se resquebraja con la detentación del poder negociado en el armisticio de 1820. Aquí al replegar el enemigo trasatlántico comienza la penumbra de disputas y atentados entre los poderes regionales o centralistas que reclamaban el ejercicio legítimo de las leyes y la violencia. Es en esta coyuntura de negociación donde comienza la larga historia de los choques internos en los países diseminados de la gran Colombia. He aquí el origen de la carrera por la construcción de un estado nacional que pudiese modernizar los medios de producción para garantizar la competencia internacional de la mercantilización.

La realidad política nacional personifica un teatro de actores colectivos que trascienden las correlaciones como fuerzas sociales divergentes, como bloques en choque hacia correlaciones interactorales  de fuerzas políticas con acuerdos programáticos y alianzas cosmogónicas que tuvieron sus máximas expresiones en las fuerzas políticas centralistas y federalistas quienes marcarían el camino de exclusión del doble poder a otras fuerzas divergentes  como las indígenas y las Africanistas. Desde entonces la lucha por el estado nación se caracteriza por la confrontación de dos fuerzas consociacionadas para reprimir cualquier otra conspiración hacia el poder de la nación.

La explotación de la tierra, el trabajo y el capital transitó del eje colonial a la hacienda gamonal de los rojos aristócratas y los azules plutócratas de mediados del siglo XIX.


Los partidos políticos, que solo hasta la caída de la gran Colombia pudieron diferenciar los límites y encuentros de sus ideologías políticas, comenzaron el reordenamiento del poder mediante correlaciones entre actores y fuerzas irregulares que se disputaron en guerras civiles por el poder político y económico en nuestra territorialidad.

La confrontación irregular entre partidos y sectores sociales en todo el país es una constante que desciende de los niveles de choque colonial –irregular por el teatro espacial-; Hasta la violencia que ha sido el método adoptado para solucionar las diferencias irreconciliables entre las voluntades políticas  del país. La Violencia como constante implica correlaciones de gran magnitud en sus contactos y en sus efectos. De un ángulo apreciamos que los niveles de correlación que se tejen entre los actores en disputa asumen estrategias militares y políticas para la eficacia de sus operaciones; De un ángulo divergente consideramos que estas estrategias dejan como efecto el desmembramiento y desangre de los pueblos hacia los cuales enarbolan sus consignas los partidos políticos que se reparten el Estado por el  transcurso de nuestra historia.

El control de las instituciones del Estado en los dominios del Capital fue desde 1830 el motín y a su ves el  motivo de correlacionamiento de las fuerza políticas estructuradas en partidos liberales y conservador. Estos excluyeron violentamente las fuerzas subversoras  del sistema mundo y aseguraron sus proyectos y beneficiarios mediante la modernización del estado y sus fuerzas militares y productivas que potenciaba la acumulación de Capital.

El doble poder liberal/conservador imperante durante los siguientes 100 años desató la sumisión de terceras fuerzas que se gestaban en el seno de la sociedad Colombiana, las cuales se condensan en las coyunturas desatadas por el PRS (Partido Revolucionario Socialista) en todo el territorio nacional. Esta fuerza, en la que subyacen las correlaciones de los excluidos y despojados del ejercicio del poder, detentaron desde 1929 el poder jurídico general y enarbolaron consignas atrincheradas por la historia y opacadas por el armamentismo del doble poder. A partir de este momento, la historia política del país se proyecta como una lucha clasista que nace en el seno de la exclusividad partidista con pretensiones de remplazar las decadentes formas organizativas de la vida social.

EL TEATRO DE LA GUERRA:

LA PROLONGACION DE LO INCONCLUSO

 

La onda tiempo/espacial que comprende la trama de este teatro encuentra su clímax en dos momentos históricos para la vida nacional que se proyectan desentrañablemente en las coyunturas del Frente Nacional y la Constituyente de 1991. Huelga resaltar que en ambas coyunturas se condensan el ejercicio protagónico de la ciudadanía como voluntad decisiva en el entramado de la guerra producto de las confrontaciones de nuestra historia.

La sociedad Colombiana, desangrada por los niveles de confrontación violenta y por necesidad del establecimiento de regenerar su legitimidad nacional, provoca la movilización masiva de sectores que exigen beligerantemente la solución a una época de desbordamiento inconcluso de  las relaciones políticas de un país sumido en la opresión y la violencia.

El frente Nacional representa la coyuntura donde las voluntades de las fuerzas excluidas del ejercicio político en la historia se embarcan en consolidar su poderío nacional por diferentes vías de confrontación política: Parlamentaria con el llamamiento del PRS para consolidar una tercera fuerza que disputara en las urnas el control de las instituciones del Estado; Revolucionaria con el surgimiento de guerrillas comunistas que se proclamaron independientes al establecimiento; y Popular  que aglutina  frentes amplios de ciudadanos con reivindicaciones urgentes para las necesidades de la sociedad de su tiempo como la Reforma Agraria, el Voto y las Soberanía nacional. Además Esta coyuntura del frente nacional desentraña el reacomodamiento de las fuerzas políticas tradicionales a fin de conservar el dominio político e institucional que se había repartido durante la última centena electoral. Aunado a este contexto subyacen los tratados de negociación y armisticios con diversas fuerzas insurgentes que se levantaban con proclamas revolucionarias para contrarrestar la opresión del sistema mundo neocolonial y capital.

El teatro de operaciones de la realidad conflictiva de la época en cuestión se refleja en las tensiones sociales y armamentistas de la guerra de hoy. Esta trama se desenvuelve a favor de la eficaz correlación que los partidos políticos tradicionales logran aglutinar en el frente nacional, siendo este un aire para oxigenar sus relaciones políticas decadentes y sin sustento legitimo de dominación. Los Partidos políticos logran consolidar mediante la Junta Nacional una propuesta contrarrevolucionaria encarnada en la ANAPO que garantizase el espectral ejercicio de la ciudadanía que legitimase el nuevo acuerdo nacional para el reparto parlamentario del país.


Los actores políticos exceptuados  de esta Consociación representan el gran acumulado popular de las utopías no resueltas, de los proyectos consecuentes con el imaginario revolucionario y divergente con el dominio capital. Aquí las correlaciones entre los actores asumen expresiones políticas móviles por todos los territorios y escenarios de la vida nacional. Desde entonces  han protagonizado sucesos neurálgicos en la lucha por la conclusión de sus pliegos y proyectos políticos que se proyectan en las distintas negociaciones que tubo que librar con estas fuerzas insurgentes el estado nacional: 1954-1984 y 1991 años en que los sectores sociales del país se movilizaron en el ejercicio de su ciudadanía para exigir por las vías populares/constitucionales la transfiguración del orden jurídico que adoptara las opciones subvertoras del sistema social.

La constituyente de 1991, que estalla con la séptima papeleta en Colombia, fue el declive de una lógica de confrontación que al igual que en el Frente nacional requería reanimar sus canales de legitimidad para el control del establecimiento y la modernización Neoliberal. En tal coyuntura las acciones políticas se tejieron en diversos escenarios del entramado nacional y con diferentes niveles de acción y agitación de los actores en escena. Movimientos sociales insurgentes, dogmáticos, parlamentarios, gremios, partidos políticos y ciudadanos se encontraron en una plataforma de unidad denominada los derechos fundamentales que además contemplaba las reformas que la oligarquía liberal y conservadora se habían negado a reconocer al pueblo oprimido de Colombia. Es esta la coyuntura que reorganiza el poder de las cosas en el país dejando intacta la voluntad del sistema mundo capital y los beneficiarios del usufructo nacional.

Estos teatros que condensan los entramados de correlaciones políticas de la vida nacional nos vislumbra  niveles de acciones, nos calibra magnitudes de los proyectos políticos y sus movilizaciones, presentan además expresiones políticas de la acción colectiva que se articulan y desmiembran según las condiciones especificas de las coyunturas y así mismo se desenvuelven estas a favor o en contra de los conjuntos correlacionados de los poderes de la nación en nuestra historia que prolonga lo inconcluso.

 

EL ACTO INSURGENTE EN EL TEATRO DE LA GUERRA         

Pensar el proyecto insurgente en la política Colombiana, refiere la reflexión por la relación de los  actores, sus rupturas y pactos, al   igual que los niveles y formas de confrontación  por la legalidad del poder en un territorio definido y en disputa. Los proyectos de insurgencia en Colombia se caracterizan en su  forma por la adopción de tácticas de lucha de guerrillas y técnicas irregulares de acción  militar según la especificidad del ambiente territorial y político de un momento histórico definido.

Históricamente los proyectos o ideologías políticas que han confluido o se han gestado en nuestro territorio, han materializado en su ejercicio de poder elementos como  el  control territorial (estratégico), el ejercicio de la autoridad, la garantía de bienestar  de las poblaciones; También el dominio de la represión, la defensa y/o la violencia. Estos elementos han sido garantes de la legalidad relativa de estas estructuras ideológicas y militares en el territorio Colombiano; Estructuras que configuran actores con fundamentos, antecedentes de sus formas de pensar /actuar y que se correlacionan en momentos específicos de su historia.

En Colombia podemos identificar algunas rupturas donde el Poder se expande y/o se contrae según los niveles de disputa entre los actores y la correlación entre estos.


Una de las rupturas
significativas para el análisis de la insurgencia hoy, es el choque de fuerzas que tiene su clímax en el periodo de ocupación y de colonia. En las décadas pretéritas al siglo XIX, Colombia y la América Latina compartían la legalidad relativa sobre territorios civilizaciones y pueblos que se relacionaban y correlacionaban en formas de  pactos y disputas en una dimensión local. La ruptura se gesta en el momento en que a esta dimensión del poder local irrumpen los poderes Coloniales transatlánticos con la ideología liberal de occidente y la evangelización conservadora/ civilizatoria. Los actores de ocupación y resistencia étnica asumieron la confrontación irregular, los Ingleses y Españoles debido al desconocimiento geográfico del escenario de choque  y los resistentes por la desproporción de sus fuerzas frente a las armas y experiencia del enemigo ocupante. La lucha de guerrillas, de sublevación e insurrecciones en Colombia emprenden su  camino de tensión entre actores  por legitimar, conservar o subvertir  el orden del poder social en el país. Un momento neurálgico en esta primera etapa de confrontación política en Colombia tiene sus antecedentes el 28 de  Noviembre de 1820 cuando las fuerzas aglutinadas por criollos  y etnias en guerrillas libertadoras firman, en un pequeño poblado  llamado Santa Ana, el primer tratado de negociación entre una colonia  y un Imperio occidental.                       Allí Pablo Morrillo y Simón Bolívar acuerdan “poner fin  a la horrible carnicería, al asesinato de los vencidos, se legalizo el canje de prisioneros y el imperio español tuvo que reconocer  la autoridad y el poder de la naciente república[i].

Este periodo de disputa que comienza en la colonia confrontando a Ingleses- Españoles con Indígenas, Negros y Criollos culmina el trayecto de confrontación militar irregular con un pacto entre imperios y guerrillas correlacionadas desde poderes locales en un ejército libertador. Esta primera ruptura del poder Colombiano marcaría hasta hoy la herencia de la forma guerrillera en la confrontación de los poderes Liberal – Conservador y Revolucionarios en la legalidad de sus proyectos en el País.

Con el triunfo sobre el imperio la redistribución de los poderes internos asumía otros niveles de confrontación y correlación. Las estructuras ideológicas herederas de las tradiciones de acción y dirección política hegemónicas: Centralistas y federalistas (liberal-conservadora) emprenden su campaña por el domino de las instituciones políticas y de gobierno. Esta campaña de disputa interpartidista y contra sectores y proyectos excluidos por los poderes legales, fue el sustento de las confrontaciones de guerrillas de las guerras civiles  durante el siglo XIX y comienzos del XX. La segunda ruptura que nos puede dar cuenta del nivel de correlación y sus formas de confrontación para legalizar una propuesta de poder, se evidencia  en la década de 1850 Cuando, 20 años después de la diseminación de la  Unidad  Gran Colombiana y de consolidación de los partidos políticos conservador y liberal, Una Disputa librada por artesanos y pequeños propietarios, deja como resultado, la dictadura del General Melo al dominio del poder gubernamental. Esta correlación entre los liberales- comerciantes y artesanos revolucionarios tubo su desenlace con la consociación  y pacto entre los liberales y conservadores quiénes se correlacionaron para derrocar la insurrección de los artesanos. Esta segunda  ruptura en el en el control de la política Colombiana marcarían la ruta de reparto gubernamental entre los liberales y conservadores hasta la contracción del frente nacional. 

Esta forma de reparto del poder que se caracterizaba por el ejercicio exclusivo de la represión y de la violencia sobre otras fuerzas y expresiones que detentaban el poder político, económico e ideológico del país, trajo necesariamente como consecuencia la emergencia de poderes locales, regionales o insurgencias de expansión Nacional que adoptaron la confrontación militar irregular y de guerrillas para la construcción  de la legalidad y legitimidad de sus objetivos subvertores en muchos focos del territorio nacional. Huelga decir que fueron una pluralidad de factores que llevaron a que las ideologías liberal-conservadora  y sus expresiones  políticas no consiguieran el dominio totalitario del poder en Colombia. Podemos afirmar que las instituciones de la estructura política, económica  y  militar  del estado no asistían al flujo necesario para la consolidación como poder legal en todo el territorio nacional. La escasa o nula representación estatal en territorialidades tan amplias  fue la cuna  y garantía para la emergencia de proyectos alternativos y de poder insurgente. Comunidades de autodefensas, repúblicas independientes, guerrillas disidentes de los partidos políticos tradicionales entre otros actores irrumpieron el contexto de confrontación política que agudizo los niveles de disputa, la represión y la radicalización de sus acciones, proyectos y correlaciones en el panorama nacional. Esta ruptura política del reparto gubernamental (liberal - conservadora) y la detentación de la legalidad por proyectos insurgentes presenta una nodalidad que podemos interpretar en la coyuntura consociacionalista del Frente nacional. En este momento los partidos hegemónicos del proyecto Capital  en Colombia, a fin de asegurar su dominio político y contando con el respaldo de la oligarquía empresarial, “…Establece un armisticio con los campesinos que habían empuñado las armas contra el terrorismo y la violencia generalizada bajo la dominación del conservatismo. Bajo las solemnes promesas oficiales de ‘perdón y olvido’, de entrega de tierras y la rehabilitación del campesinado, de  paz, justicia y libertad para el pueblo Colombiano, los campesinos insurrectos aceptaron entregar sus armas al ejército. Todo el mundo conoce que paso después: el estado  incumplió sus compromisos en todas partes…” (J, Herrera T. 1985, Pag 6)  E inició la persecución y asesinato de los principales caudillos guerrilleros: Guadalupe Salcedo. Eliseo Velázquez, Los Francos, Aljure, entre otros.  Esta ruptura de correlación  y negociación diseccionaría las formas y niveles del conflicto colombiano hasta nuestros días.

A partir del frente nacional los poderes guerrilleros tendrían como contendor un Estado asociado en el ejército y las ideologías,  en su seno cada vez mas difuminaban las barreras sus proyectos y tendían a la consolidación dominante, en tanto, las tensiones entre proyectos insurgentes se tornaban en disputas políticas, partidistas y territoriales situación que dificultaba el sostenimiento de la oposición política, la confrontación armada y la legitimidad territorial. En estas tensiones podemos reconocer una diversidad de expresiones guerrilleras las cuales podemos tipificar  empíricamente en guerrillas “societales, de partido y militar” (Pizarro, Pág. 9). Organizativamente como Societales podemos identificar a las guerrillas étnicas como el Quintín Lame o las fuerzas Africanistas, en sus proyectos es característico el elemento compacto o restringido de sus reivindicaciones y propuestas. Como guerrillas de partido señalamos al EPL y a las FARC-EP quienes son “…ante todo, un actor subordinado a un  proyecto político partidista que condiciona su actividad…” (Pizarro Pag 10). 

Por  último como guerrilla Militar  referenciamos a el ELN quienes desde una perspectiva foquista pretenden el control del estado y la destrucción del antiguo poder a través de la derrota militar en un periodo concreto y mediante el apoyo decisivo de las masas, tal y como ocurrió en los procesos nicaragüenses y cubanos. Pero, ¿Acaso es posible establecer radicalmente estas fronteras que tipifican las formaciones guerrilleras en Colombia?, como lo hemos expuesto anteriormente, las tensiones en la confrontación de poder nacional tiene el mismo antecedente del ejercicio militar: la lucha guerrillera e irregular.  Si bien es cierto que existen especificidades en los proyectos de acción militar, ideológica y paradigmática  de las distintas formaciones guerrilleras, debe también reconocerse que estas expresiones insurgentes han transitado en su proceso por los tipos de estructuras que les han garantizado su sostenimiento en el tiempo.      
La Guerrilla de las FARC_EP,  por ejemplo,  surge como proyecto insurreccional de después del pacto de 1953 (de  lo que hemos denominado como segunda ruptura) al radicalizarse un sector de experiencia liberal y comunista  frente al incumplimiento de los aliados partidistas con el campesinado. En este momento originario de proclamación de las repúblicas independientes de Marquetalia y posterior represión y ocupación del ejército estatal, este grupo de guerrilleros asumen elementos de organización     societal: Semimoviles, con núcleos familiares  para apoyo y  autodefensa de su integridad y de acción irregular que se fue transformando  con el tiempo en choques de mayor profundidad en acción y  estrategia.  20 años después, el 27 de Mayo de 1984 en el municipio de la Uribe esta guerrilla de rasgos originarios societales y después de una carrera armamentística de dos décadas, el estado mayor de las FARC_EP  en conjunto con los comandantes de sus 27 frentes, acordaron con el gobierno de Belisario Betancur suscribir un acuerdo para el cese al fuego con el objetivo de reconstruir la patria sin violencia y el de dar vía a otras formas de oposición y confrontación al margen de la violencia. Este tránsito de 20 años de militarismo se encarna en el ejercicio político insurgente desde un partido  revolucionario y civilista: La Unión Patriótica. Este transito presentado anteriormente, nos muestra  unas estructuras guerrilleras flexibles a  las necesidades de los tiempos concretos para sostenerse en la disputa del ejercicio político  y de poder en el país.

Ahora bien, si  el  amoldamiento guerrillero ha  garantizado su proceso en el tiempo porqué  no han suscitado en el país un masivo regocijo en la población que defina el control legítimo y legal del poder gubernamental por uno o una correlación de algunos actores de la confrontación política del país?  Esta cuestión tiene  como fondo indicar la ruptura actual en  que se encuentran inmersos los procesos insurgentes y los demás actores del teatro nacional: radica en la contradicción que se ha forjado por los niveles de deshumanización de la confrontación militar entre enemigos y en tal medida, la lejanía de regocijo de dichos proyectos en el seno de los sectores del pueblo; es una tensión entre la construcción de aparatos alternativos de legalidad y de poder y los proyectos organizativos que le sustentan.

Varios elementos podemos señalar como tortuosos para lograr este cometido. De un lado la forma característica de confrontación: las guerrillas móviles, han imposibilitado “construir relaciones estables con el entorno  geográfico o con unas redes de población definidas”. De otro lado cuando logran tener el control de un territorio determinado, los aparatos de poder alternativos configuran dinámicas de aparatos militares, de justicia y castigo y de imposición fiscal, con lo cual se remplaza al estado burocrático pero no se diferencia ni en forma ni en contenido  el nuevo poder  con el anterior proyecto. A la par podemos señalar que la subdivisión del movimiento guerrillero en corrientes antagónicas y, contrariamente, las alianzas de derecha generaron un  ambiente de la dispersión  y poca acogida de los proyectos insurgentes por las masas. Por último la criminalización y represión del pueblo por el estado generalizó un panorama aterrorizador del ejercicio de lo  político que conlleva a que Colombia posea uno de los niveles más bajos de participación, agitación y movilidad política y de poder de nuestra América.

 
[1] Quintero Pérez Gloria Isabel , La coyuntura como mecanismo e aprehensión de la realidad social, en debates sociológicos N 3 Febrero – Abril de 2005, Medellín, UdeA Pg 12.

 
[2] Werner Cantor, Eric, Ni aniquilados ni vencidos. Los embera y la gente negra del Atrato bajo el dominio Español. siglo XVII, Bogota, 2000, Instituto Colombiano de antropología e historia, Pag 83.
 
[i Herrera Torres Juvenal, Unión patriótica por la tregua y la paz, 1985 Pag 5.